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Irán en el epicentro: la batalla que desnuda una guerra global en curso

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Irán en el epicentro: la batalla que desnuda una guerra global en curso

Hay un refrán que dice que por la boca muere el pez. Lo cierto es que el principal problema que tiene la política mediática del 'showman' de la Casa Blanca es que el ridículo se combina con el terror que produce para el público pensar que, en última instancia, no sabemos qué hará el presidente para seguir alimentando tramas que mantengan la atención de su público.

Quienes durante la campaña electoral estadounidense apostaron por la fantasía de un Donald Trump "menos belicista" hoy deberían estar revisando sus criterios. Y más aún, deberían revisarse aquellos que han tratado de sostener que el magnate estadounidense era una suerte de gran estadista político. Porque sí, podemos culpar al "Estado profundo" —el conjunto de estructuras burocráticas y militares permanentes que influyen en la política más allá de los gobiernos electos— de determinar la política exterior de Washington, pero los espectáculos mediáticos son, sin lugar a dudas, parte del manual de estilo del presidente.

Ver a Trump atribuirse la "tregua" con Irán —y al mismo tiempo regañar a su criatura/subalterno Israel por romperla— recuerda a su grotesca aparición de enero de 2020: flanqueado por toda la cúpula militar tras la respuesta iraní al asesinato de Qassem Soleimani, en la que anunció pomposamente… que no haría nada. Cinco años después repite el número: una disociación completa entre realidad y espectáculo, presentándose como un mediador exitoso, como garante de una tregua que ni negoció ni sostuvo (y que incluso por momentos dinamitó), ignorando deliberadamente que fue Irán quien —desde el primer momento— condicionó sus represalias al cese de los ataques.

Trump protagonizó una disociación completa entre realidad y espectáculo, presentándose como un mediador exitoso, como garante de una tregua que ni negoció ni sostuvo (y que incluso por momentos dinamitó), ignorando deliberadamente que fue Irán quien —desde el primer momento— condicionó sus represalias al cese de los ataques

Pero más allá, el desenlace de esta crisis evidencia algo aún más decisivo: la batalla no la ganó Washington; la ganó Irán, y lo hizo en un tablero que confirma que la Tercera Guerra Mundial no es una amenaza futura, sino un conflicto sistémico ya en curso.

Desde el triunfo de la Revolución Islámica, Irán encarna una anomalía intolerable para el orden imperialista: un Estado con abundantes recursos naturales, institucionalidad propia, capacidad militar disuasoria y, sobre todo, soberanía frente a Washington. A diferencia de Irak, Libia o Afganistán, Irán ha resistido con éxito todas las formas de asedio: sabotajes, guerras impuestas, sanciones asfixiantes, campañas mediáticas y asesinatos selectivos. No es casualidad.

La capacidad de resistencia de Irán radica no solo en su aparato estatal, sino en una conciencia colectiva forjada en la lucha contra la imposición extranjera. Para el proyecto unipolar, Teherán no es simplemente un enemigo: es el símbolo viviente de que se puede resistir y construir alternativas al vasallaje económico y político.

La ofensiva reciente comenzó con ataques ilegales tanto de Israel como de EE.UU., en flagrante violación del derecho internacional. Lejos de actuar como respuesta a una amenaza inminente, estas agresiones fueron actos de provocación planificados, destinados a forzar una reacción iraní que justificase una escalada militar mayor.

Sin embargo, Irán respondió con precisión calculada: ataques limitados, pero simbólicamente contundentes, que preservaron la disuasión sin romper con la lógica de contención. La reacción de los medios hegemónicos fue inmediata: criminalizar a Irán, victimizar a Israel y ocultar la raíz del conflicto. Repetir campañas pasadas como la de las armas de destrucción masiva que sirvieron, entre otras cosas, para destruir Irak —y que tuvo consecuencias catastróficas, como la consolidación del Estado Islámico—. Pero esta vez, la narrativa oficial no logró borrar la imagen de un Irán firme y a la vez responsable, frente a un eje occidental torpe, atrapado en sus propias contradicciones, que no teme llevar al extremo su guerra total contra el mundo.

Esta vez, la narrativa oficial no logró borrar la imagen de un Irán firme y a la vez responsable, frente a un eje occidental torpe, atrapado en sus propias contradicciones, que no teme llevar al extremo su guerra total contra el mundo.

Trump no supo manejar la situación y terminó actuando como lo que es: un fantoche mediático que representa mejor que nadie la decadencia del poder estadounidense. Escenificando una victoria inexistente, como si la opinión pública mundial no hubiese sido testigo del fracaso de sus amenazas, del desgaste israelí y del fortalecimiento simbólico de Irán.

Frente a esta agresión, el pueblo iraní no solo se mantuvo unido, sino que reforzó su cohesión nacional. Lejos de producir división interna, las recientes amenazas y ataques consolidaron un sentimiento de defensa colectiva. Incluso sectores disidentes del exilio, como comunistas y grupos de oposición organizados en Europa y EE.UU., expresaron su apoyo a la soberanía de Irán, condenando tanto las agresiones israelíes como la injerencia estadounidense. Este posicionamiento, inesperado para muchos, revela una política de principios —la defensa de la autodeterminación de los pueblos— que trasciende simpatías ideológicas o rivalidades internas.

Mientras tanto, la percepción de invulnerabilidad de Israel sufre un revés: la "Cúpula de Hierro", una vez más, mostró fisuras y su imagen de fortaleza militar se vio erosionada, lo que profundiza además la crisis interna de la entidad sionista y de la propia supervivencia de su proyecto.

La pregunta que sobrevoló los titulares —¿estamos al borde de la Tercera Guerra Mundial?— parte de un error de perspectiva. No es que la guerra esté por comenzar: es que ya comenzó. Pero no como las guerras convencionales del siglo XX, sino como un conflicto bélico sistémico, multifrontal y prolongado, que combina sanciones, narrativas, sabotajes, operaciones encubiertas y pulsos diplomáticos. Irán no es solo un escenario: es una trinchera de este conflicto global entre un orden en decadencia y otro que pugna por nacer.

No es que la guerra esté por comenzar: es que ya comenzó. Pero no como las guerras convencionales del siglo XX, sino como un conflicto bélico sistémico, multifrontal y prolongado, que combina sanciones, narrativas, sabotajes, operaciones encubiertas y pulsos diplomáticos.

EE.UU. y los países europeos no solo no han conseguido doblegar a la nación persa, sino que, de forma paralela, cada vez se integra más en alternativas reales al dominio occidental. Una prueba de ello fue la inauguración, el pasado 25 de mayo, de la ruta ferroviaria directa entre China e Irán.

Este corredor —que acorta tiempos y costos del transporte terrestre frente a las rutas marítimas dominadas por la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)— no solo simboliza la creciente integración entre China e Irán, sino que refuerza la arquitectura de cooperación del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS).

Lejos de los discursos sobre "aislamiento iraní", lo que emerge es un polo de poder que desdibuja el mapa tradicional del comercio y de la influencia. Y por eso mismo Irán es objetivo. Además, ser nodo estratégico de una nueva ruta comercial que escapa al control atlántico la convierte, aún más, en enemigo a batir para el imperialismo.

Si algo podemos empezar a sacar en claro tras estos últimos días es que el bloque unipolar aún dispone de una capacidad destructiva inmensa, tanto como para que temamos —y con razón— una escalada descontrolada de los conflictos en curso. Sin embargo, esta batalla no parece haberla ganado. La historia no está cerrada y, sobre todo, se construye sobre un tablero de correlación de fuerzas que está en plena transformación.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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