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Opinión

El general Vatutin y los vencidos

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El general Vatutin y los vencidos

Mis primeras fotos infantiles son del lugar más bello de Kiev: el parque de María. Memorias en blanco y negro con hojas de otoño en el soberbio paisaje de un enorme cerro sobre el río Dniéper y la vida lejana de un enorme y pacífico país que no existe más.

En el corazón del parque había un gran monumento, y nosotros, los niños soviéticos, desde los años escolares sabíamos bien que era la tumba de principal comandante militar de las tropas del Ejército Rojo que en el otoño del 1943 liberó nuestra ciudad de sus peores enemigos: los fascistas alemanes.

En los años 70 del siglo pasado, la memoria sobre la guerra todavía era cercana, y nuestros todavía no viejos abuelos y abuelas iban los 1 de septiembre a nuestras escuelas para darnos la primera clase con que empezaba cada año escolar. Era 'la clase de la valentía', donde nos enterábamos de la más terrible y a la vez más simple, más humana y más informal verdad sobre la gran tragedia y la gran victoria de nuestro pueblo. La tarea de nuestra generación fue absorber esa memoria histórica que nos entregaban nuestros antepasados que partían; ellos nos dejaban sus recuerdos como un tesoro frágil, como si al perderlo dejáramos de ser nosotros mismos. Resultamos ser malos alumnos

Hace un par de semanas, a la vista de Ucrania, de Europa y del mundo, las autoridades de Kiev de la manera más cotidiana e impune cumplieron su viejo sueño: el monumento al general soviético Nikolái Vatutin, liberador de Kiev de los inspiradores ideológicos del actual gobierno ucraniano, fue destruido. Lo más probable es que la tumba que queda sea profanada, ya que se planea exhumar los restos del héroe "para trasladarlos a un otro lugar". Se sabe que en su anterior vida terrenal, Vatutin fue asesinado por los aliados ucranianos de los nazis y por eso sus actuales seguidores tienen con él sus cuentas especiales, ya que el general combatió a los fascistas sin fijarse mucho en su proveniencia nacional.

¿Por qué esto se hace justamente hoy? ¿Para que a nadie le queden dudas respecto a la naturaleza del actual poder de Kiev y legalizar luego con toda la formalidad los saludos nazis y esvásticas tan populares ahora en sus pasillos y tan invisibles para los humanistas europeos?

¿Ellos creen realmente que la mayoría de la población de Ucrania apoyaría la nazificación definitiva del país y saludaría masivamente los estándares fascistas? A veces me parece que una enorme o tal vez principal oportunidad para un pronto término de la tragedia ucraniana está en la irremediable locura y ceguera del gobierno de Kiev.

Hace un año y medio, cuando después de muchos años fuera de Kiev, me encontraba frente al monumento a la rebelión obrera en la fábrica 'Arsenal', en el barrio de Pechersk, muy cerca de la estatua y tumba de general Vatutin, estuve leyendo en el monumento profanado la nueva versión de esta historia. Palabras enmarcadas en un diseño típico para la estética de este poder ordinario decían literalmente que "el 22 de enero (4 de febrero) de 1918, los militares ucranianos dirigidos por Simon Petliura y Evguen Konovalets sofocaron un cobarde complot de los bolcheviques moscovitas contra el Estado Ucraniano. Gloria a los héroes!" etc... Según la misma mitología, Petliura era "socialista". De esos que en aquel entonces organizaban pogromos contra los judíos y ahora apoyan los bombardeos de Donbass, que adoran a la OTAN, ignoran el drama de Assange y defienden el "capitalismo civilizado". Al ver todo esto, de inmediato caminé al parque hacia Vatutin y al ver el monumento en su lugar, pensé que la destrucción de la tumba del general era solo una cuestión del tiempo. La miseria del pensamiento normalmente es muy predecible.   

Y ahora, a pesar de las leyes de la naturaleza y de la memoria humana, los nazis están tratando de matar a Vatutin una vez más.

No quiero hablar de los "fascistas ucranianos", ya que cualquier subespecie del fascismo no tiene patria y es enemigo por igual de todos los pueblos y de todas las culturas. Por supuesto, sus raíces no están en seres miserables como Zelensky o Biden, sino en un sistema generado por la civilización occidental. Solo alguien muy ingenuo puede pensar que la decisión de destruir los monumentos a los soldados soviéticos se toma en Kiev, Lvov, Praga o Varsovia. Pero conociendo quienes son los jefes, no vamos a liberar de la responsabilidad a los ejecutores: ellos sabían muy bien qué tipo de trabajo iban a hacer.

Un amigo de Kiev, de los pocos que no se sumaron a la locura masiva, me decía que uno de los principales rasgos de las autoridades actuales es su total incomprensión y odio hacia Kiev. Estas personas, que muy rápida e inesperadamente tomaron el poder en el país, de repente se encontraron con una historia y un paisaje que no cabe en su pequeño mundo. Por eso se sienten rodeados por puros elementos enemigos: desde cada piedra de las calles de Kiev y hasta el idioma de las generaciones que pisaron esas piedras, y cualquier excursión a nuestro pasado reciente implica un riesgo mortal, ya que siembra dudas y vergüenza. Son extranjeros al servicio de extranjeros. Su pasión hacia la destrucción y la mentira es por miedo, ellos entienden que ya perdieron. El tamaño de nuestra verdadera historia y la pretensión de estos pequeños seres para reescribirla son incomparables. Una de mis impresiones más fuertes después de muchos años de ausencia fue el estado de la ciudad. Jamás imaginé que Kiev pudiera estar tan abandonada, tan descuidada y parecer tan desteñida. En las calles se veía bastante gente, pero estas me parecían vacías.

La destrucción del monumento al general Vatutin no moverá ni por un segundo el tiempo en los relojes de la historia. Este acto cobarde de venganza contra un muerto no influye en nada y nada cambia

En poco más de tres décadas de la pseudoindependencia de Ucrania, su poder hizo un verdadero salto desde la más prospera y desarrollada república soviética ya no solo hacia ser el país más pobre de Europa, sino también hacia las cuevas de la prehistoria humana. Si el régimen de Kiev tuviera algún tipo de valores, aunque sean equivocados o muy ignorantes, en su discusión con el gobierno ruso o con su propio pasado, jamás permitiría la destrucción sistemática de lo más sagrado de su propio pueblo: las tumbas de nuestros padres y abuelos, vencedores del fascismo. Justamente en esto se refleja la maldad sin límites y la superación de todos los puntos de no retorno al mundo de lo humano, hechos que excluyen cualquier posibilidad de diálogos o acuerdos. Por eso, la única respuesta a este y otros crímenes contra los vivos y muertos será una nueva liberación de la capital ucraniana de sus enemigos.  

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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