¿Kissinger reeditado? La deriva de Boluarte en Perú deja entrever el añejo trazo de EE.UU.
Lo que ocurre en Perú se asemeja cada día más a una de las novelas del ya centenario Henry Kissinger, mientras que su presidenta, Dina Boluarte, se parece cada vez más a uno de sus tétricos personajes.
Porque Perú va camino de convertirse en una de esas novelas en las que, cuando la voluntad de los latinoamericanos da la espalda a los intereses norteamericanos, un sorprendente giro de guión vuelca por completo la historia.
Un clásico norteamericano
Seguro que en Latinoamérica recuerdan las obras más importantes de este género, que tan de moda estuvo durante el siglo XX: Hugo Banzer, Rafael Videla, Augusto Pinochet, Alfredo Stroessner… Se trató, sin duda, de uno de los géneros más extendidos por toda la región y solo entró en declive cuando otro género occidental, mucho más evolucionado, surgió a finales del siglo pasado: las —pseudo— transiciones democráticas. Esto es, convertir a las élites autoritarias de los países al servicio de los intereses norteamericanos en ejemplares democracias homologables. Y de la noche a la mañana, oye. He ahí el Partido Colorado, que sigue ganando procesos electorales en Paraguay sin ni siquiera cambiar el nombre que tenían durante la dictadura. Para qué.
Cada cierto tiempo aparece alguna destacadísima obra que nos recuerda el inconfundible aroma de la gran obra de Kissinger. Ecuador, Honduras, Venezuela o Bolivia han sido intentos en el siglo XXI, como mayor o menor fortuna, de reflotar el género.
Pero los tiempos cambian y ambos géneros hace años que experimentan una notable decadencia debido al auge de la izquierda en toda América Latina. Sin embargo, se resiste a morir. Por ello, cada cierto tiempo aparece alguna destacadísima obra que nos recuerda el inconfundible aroma de la gran obra de Kissinger. Ecuador, Honduras, Venezuela o Bolivia han sido intentos en el siglo XXI, como mayor o menor fortuna, de reflotar el género.
De Áñez a Boluarte
Y, en este intento de supervivencia, no ha quedado más remedio que adaptarse a los tiempos. Jeanine Áñez se convirtió en uno de los intentos más importantes de adaptar los golpes norteamericanos a los tiempos que corren. La novela de Áñez, que juró biblia en mano el cargo de presidenta de Bolivia —la segunda de la historia del país—, se convirtió por derecho propio de uno de los grandes fracasos del género: fue condenada el año pasado a diez años de prisión por delitos de incumplimiento de deberes y resoluciones contrarias a la Constitución. Apoyada de facto por los militares derrocó a Evo Morales, al que obligó a renunciar. La novela duró hasta que hubo elecciones, como suele ser habitual.
Y hace solo unos meses, en diciembre de 2022, otra mujer, Dina Boluarte, se convirtió en presidenta de Perú. Un episodio cuanto menos sorpresivo, ya que, solo un año antes, en el invierno de 2021, Boluarte decía: "Si al presidente lo vacan, yo me voy con él". Entonces, Pedro Castillo se encontraba inmerso en la primera moción para desalojarlo del poder. ¿Qué hizo cambiar a Boluarte de opinión?
Abogada con escaso éxito político, como Áñez, comenzó a girar al comienzo de 2022 cuando aseveró que nunca había abrazado el ideario del partido político por el que se presentó Castillo (Perú Libre).
No sé, pero presentarse a unas elecciones por un partido con el que no se comparten ideales y al que, además, se considera totalitario no habla muy bien de la escala de valores de la actual presidenta peruana. Sus justificaciones, tampoco la dejan en muy buen lugar: "[Soy] de izquierda, y seguiré siéndolo, pero de una izquierda democrática y no totalitaria". Siguiendo la lógica que la había llevado a presentarse por un partido con el que parece ser que compartía muy poco, terminó fuera de Perú Libre, pero no fuera de la política.
No obstante, Boluarte aseveró el día que se convirtió en presidenta que convocaba "a la más amplia unidad de todas y todos los peruanos". Y añadió: "Señores, conversar, dialogar, cómo ponernos de acuerdo (es) algo tan sencillo como tan impracticable en los últimos meses". Lo extraño es que, siendo tan demócrata y Perú Libre tan totalitario, no convocase elecciones para que los peruanos decidieran si querían que fuera ella la presidenta —en lugar de adelantar las elecciones a 2023, quedaron fijadas en abril de 2024—.
El giro de guión: Resolute Sentinel 2023
Tras lo relatado, todo parecía indicar que habría un giro de guión antes o después. Y así ha sido. El gobierno peruano ha aprobado la entrada en el país de más de un millar de militares norteamericanos, entre el 1 de junio y el 31 de diciembre, para realizar "actividades de cooperación de entrenamiento".
Lo extraño es que, siendo Boluarte tan demócrata y Perú Libre tan totalitario, no convocase elecciones para que los peruanos decidieran si querían que fuera ella la presidenta. De hecho, en lugar de adelantar las elecciones a 2023, quedaron fijadas en abril de 2024.
Por un lado, entrarán 25 militares de operaciones especiales armados hasta los dientes —fusiles, pistolas, ametralladoras, lanzagranadas, cañones cortos, morteros y escopetas— para adiestrar al ejército peruano. Durante el tiempo en el que los militares norteamericanos se encuentren en el país, colaborarán con múltiples unidades —militares y civiles— de inteligencia, operaciones especiales, antidroga o navales. Y se desplegarán por todo el país: Lima, Callao, Loreto, San Martín, Santa Lucía, Huánuco, Ucayali, Pasco, Junín, Huancavelica, Cusco, Ayacucho, Iquitos, Pucusana y Apurímac.
Por otra parte, también ingresarán en Perú medios aéreos y navales y personal militar estadounidense para múltiples actividades relacionadas con el ejercicio Resolute Sentinel 2023. Para este ejercicio camparán a sus anchas por Perú:
- 42 militares de élite para entrenar a comandos y fuerzas especiales peruanas;
- 160 militares con 9 aeronaves para el entrenamiento de varios grupos aéreos;
- 970 efectivos de la Fuerza Aérea norteamericana (USAF), la Fuerza Espacial (USSF) y las fuerzas especiales con aviones y vehículos.
Para ser tan de izquierda y tan democrática, lo cierto es que regalar la soberanía de Perú a EE.UU. no es ni muy de izquierdas ni muy democrático ni muy patriótico. Como tampoco lo es descabezar la televisión y la radio peruanas para colocar al director de comunicación. Menos mal que Boluarte afirma que no es totalitaria, si no.
Y tras el giro de guión, la evidencia
Y es que hace solo unos días la presidenta peruana decidió nombrar a Ninoska Chandia en la nueva presidenta del Instituto Nacional de Radio y Televisión (IRTV). Ninoska era, hasta hace solo unos días, tal y como denuncia la Asociación Nacional de Periodistas de Perú (ANP), la directora de Comunicación Estratégica e Imagen Institucional de la Presidencia de la República. Es decir, Boluarte ha convertido a su directora de comunicación en la directora de la televisión y la radio peruanas. Y sin despeinarse.
Se trata, obviamente, de un golpe de tal magnitud a la democracia y los valores democráticos, que, teniendo en cuenta la actual importancia de los medios de comunicación, tiene mucho de asonada. No obstante, ahora, el poder no se conquista con metralletas, sino con micrófonos. "No es periodismo", aseveró la ANP. No lo es.
No es periodismo ni es democracia, pero es una de las mejores novelas norteamericanas del año. Como dijo Laura Richardson, jefa del Comando Sur, al respecto de América del Sur: "Tenemos que intensificar nuestro juego [para apoderarse del 60 % de litio y el 31 % del agua dulce mundial que se encuentra, entre otros muchos recursos, en América del Sur]". Dicho y hecho. Como en los viejos tiempos. Como en los tiempos de Kissinger.
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