José Sánchez Montes
Cuando yo todavía estaba en el hospital un día llegó un herido más. Para mi sorpresa resultó ser un español, un piloto de caza, un amigo mío muy bueno: José Sánchez Montes. Junto con él participamos en la guerra en España y ahora participábamos en la Gran Guerra Patria. Igual que yo, fue herido en el Arco de Kursk, pero un poco más tarde.
José tenía la típica presencia de un hombre de Castilla: alto, moreno, con pelo largo rizado, con pestañas largas espesas medio abiertas. El tiempo en el hospital pasaba muy lento, pero cuando al lado hay un narrador el tiempo pasa volando. Para mí, José fue este narrador. Su vida no era fácil. Gracias a su tenacidad y persistencia, un pobre joven cristiano ingresó en un colegio de aviación, se graduó de allí exitosamente y antes de que se acabara la Guerra Civil combatió contra los fascistas en el cielo. Todo ese tiempo en su casa le esperaba una mujer joven y un bebé recién nacido.
El día 5 de febrero del año 1939, José Sánchez Montes junto con otros españoles cruzó la frontera de Francia y llegó al campamento Sant Spirit. En ese campamento José vio muchas cosas, por ejemplo, cómo la gente moría de hambre y de enfermedades. “En el campamento se chismea sobre diferentes cosas" —escribía él en las cartas dirigidas a su mujer que llegaban a España a través de la Cruz Roja— "unos decían que nos mandarían a España de regreso, otros que México había aceptado recibirnos. Se habla de que habrá que ir a China, a Madagascar o incluso a India. Sin embargo, pase lo que pase, ¡yo siempre voy a pensar en mi patria, en Uds., mis queridos! ¡En ti, Carmela, y en nuestro niño! ¡Nunca les podré olvidar! Estoy seguro de que nuestros sufrimientos un día se acabarán, y vamos a estar juntos nuevamente.”
Pero junto con otros pilotos, José Montes se encontró en la Unión Soviética. Allí tuvo nuevos amigos, pero nunca se olvidó de su familia en España, escondiendo siempre sus preocupaciones y angustias. Cuando estalló la Gran Guerra Patria, José expresó su deseo de ir al frente lo más pronto posible.
Igual que nosotros, se enfrentó a los primeros ataques aéreos fascistas en Moscú en los tejados de las casas, apagando las bombas incendiarias y los incendios, ayudando a las personas heridas. Después, cuando los alemanes estaban a punto de entrar a Moscú, junto con un grupo de otros españoles vigiló algunos objetivos importantes de la capital soviética. Después, cuando los alemanes se retiraron de Moscú, José fue enviado a la retaguardia del enemigo y participó en el movimiento guerrillero. Tras unos meses resultó herido.
Cuando se curó lo mandaron a las tropas de aviación. Después de haber entrenado en uno de los aeródromos al lado de Moscú, lo mandaron a las tropas de la aviación sanitaria. Del aeródromo cerca de Moscú fue enviado a las afueras de Stalingrado. El enemigo todavía estaba lejos de la ciudad, pero José tenía mucho trabajo que hacer. Tenía que sacar a los heridos del cerco, volando encima de la línea del frente en las duras condiciones de guerra.
Muchas veces se vio en un mal trance, estuvo bajo el fuego enemigo y en repetidas ocasiones tuvo que realizar aterrizajes forzosos. Una vez un avión caza fascista salió de las nubes y desde una distancia corta disparó a su avión. José hizo todo lo posible para salir de la línea del frente y aterrizar su avión en su territorio. Al enterarse de que las balas del “buitre fascista” causaron la muerte de dos heridos, José se maldijo y dijo: “Mejor que me hubieran matado a mí…”
Todo el tiempo José soñaba con cambiar su avión por uno de caza, y le decían que había que esperar por la falta de aviones. Por fin le mandaron a la retaguardia para enseñarle a manejar un avión de ese tipo. Durante las batallas del Arco de Kursk, José Sánchez Montes derribó cuatro aviones fascistas. Especialmente recordó el día 13 de julio del año 1943, cuando en el Frente de la ciudad de Vorónezh las tropas enemigas se pusieron a la defensiva. Ese día soleado y espléndido cuatro aviones, el avión de José incluido, participaron en la batalla sobre el pueblo de Prókhorovka. Después de finalizado el gran combate de tanques, la tierra enviaba al cielo columnas de humo; aquí y allá se veían blindados y aviones carbonizados.
A la derecha del grupo de José iba una escuadrilla de aviones caza del regimiento vecino. El grupo tenía la misión de no dejar pasar a los bombarderos fascistas hacia la línea del frente. Pero el cumplimento de la misión no era fácil: el enemigo, desesperado, lanzaba grandes masas de Junkers hacia la línea del frente, protegidos por Messers y Fokkers. Esta vez el grupo de José tenía que entablar combate con los cazas enemigos, había que divertirles para que los otros cazas soviéticos pudieran atacar a los bombarderos. Sin embargo, los cazas alemanes, pintarrajeados con manchas grisáceas Messers, se adelantaron y atacaron a la escuadrilla, probablemente considerando que ella podría resultar muy peligrosa para sus Junkers .
Junto con el líder de escuadrilla, José se lanzó en picada sobre los bombardeos enemigos. Un segundo después que apretó los gatillos del cañón, el Junkers se convirtió en una antorcha y con un estallido horrible se desintegró en el aire. José tenía que resbalar a un lado para no caer en la zona peligrosa porque el cielo estaba lleno de fragmentos del avión fascista. Sólo en aquel momento se dio cuenta de que su compañero no le seguía. Es muy peligroso, porque mientas apuntaba y disparaba, un Messer podía haberse acercado y derribado su avión.
José miró a su alrededor: no había peligro inmediato. Los cazas enemigos combatían con nuestros cazas y su compañero, aprovechando un momento bueno, se acercó a los bombardeos fascistas, abrió fuego y derribó un Junker más. La formación enemiga quedó disuelta por completo. Los pilotos fascistas empezaron a soltar las bombas apresuradamente. José llamó por radio a su compañero, cerraron formación, plano con plano, y continuaron atacando a los alemanes.
Texto cedido por cortesía de Dolores Meroño Pellicer, hija del héroe Francisco Meroño Pellicer, aviador español que también luchó en la URSS contra el fascismo. Francisco Meroño Pellicer, De nuevo al Combate. Aviadores Republicanos en el cielo soviético. Memorias de un piloto de caza de la II Guerra Mundial, Madrid, 2005, pp. 203–204